MARIA ELENA GARCIA
Medellín, Colombia, 1953
La obra de María Elena García, realizada sobre el tamiz a partir de la pulpa de papel húmedo, tiene el carácter de una ruptura frente a su obra precedente. Esta etapa parte de una exigencia que es el resultado de su relación con el nuevo material. Y este camino emprendido le va alejando de las tradiciones pictóricas más consolidadas. La aventura a la cual somete su quehacer artístico implica una renovación tanto en los riesgos como en los hallazgos. Y desde luego, implica algo esencial en el arte: la búsqueda de nuevas formas estéticas, los nacientes lenguajes.
Las obras en su conjunto presentan una cierta unidad, la cual se organiza en función de lo originario, o mejor, en la búsqueda del retorno al origen. La abstracción irradia la pluralidad de sus signos hacia una correspondencia: la de la materia organizada y sus múltiples variaciones.
Si las semejanzas pueden revelar el sustrato inconsciente del artista, aquí habría que ver, en las similitudes, el deseo de hacer coincidir la intuición estética con mla búsqueda de una armonía preestablecida.
Sin un soporte previo demasiado racional, y con la diversificación de su técnica,
su obra es el resultado de una actividad que se entrega al movimiento de sus propias transformaciones. Cada obra, que va desarrollando sus ritmos a partir de un elemento primordial, indica una nueva dirección en el conjunto de las similitudes que despliega.
Enrique Pulecio Mariño